Se
fue para no volver, para huir de si mismo, para escapar de la
esclavitud buscada de la sociedad que abrumaba, de los gritos
ensordecedores, del consumismo desaforado.
Las
iluminación excesiva, la música repetitiva, las bolsas repletas,
las carencias afectivas.
La
carretera inacabable. Silencio, la noche lo invadía todo. Abandonó
la autopista en la salida 102, tomó una carretera comarcal, no
faltaba mucho para llegar. Unos copos blancos resbalaron por el
parabrisas.
A
lo lejos divisaba una torre de piedra. Allí estaba su destino.
Lo
vio y pudo frenar a tiempo, no sin antes soltar una maldición. Bajó
del coche, el frío era intenso, cogió al niño que no llevaba
ningún abrigo y lo metió dentro, subiendo los grados de la
calefacción.
-¿pero
que haces aquí en medio de la noche y en esta carretera, y además
sin abrigo alguno?
-¿Por
qué estas huyendo?, le pregunto la voz infantil.
-No
huyo de nada, solo voy a aquel pueblo, de dónde debes de venir tu, y
al que te voy a llevar ahora mismo.
-si
no huyes, ¿por qué viajas en una noche cómo esta?,¿no tienes a
nadie que puedas sentar a tu mesa?, ¿ningún amigo, familia, ?
Seguro que si, pero te has ido y les has dejado solos.
-No
lo están ellos compran y gastan, y hacen ruido y quieren ser felices
un día. Creo que todos fingen.
-¿Crees
que está mal, querer ser feliz un día al año?, ¿Poner una mesa
distinta, sentarse con la gente que nos aprecia, para reír, cantar y
olvidar todos los problemas que nos acucian cada día? ¿de verdad
crees que nadie te va a echar de menos hoy?. Tienes que volver
-Estoy
tan bien aquí, siento tanta paz, la nieve resbalando por los
cristales, no siento frío. No se quien eres, pero me trasmites esa
paz que buscaba.
-Te
necesitan, quieren estar contigo, yo puedo esperar. Vete ahora,
después será tarde.
Abrió
los ojos, y escuchó las voces que decían su nombre. Allí estaba
ella, con los ojos llorosos, pidiendo que no se fuera. Los de la
ambulancia respiraron aliviados.
Ni
siquiera había cogido el coche, no salió de la ciudad, al salir de
casa una moto se salió de la calzada
y le atropelló.
Era
nochebuena y la calle permanecía iluminada.
Sonrió
, y vivió para estar al lado de sus seres queridos, para disfrutar
de su compañía, para poner una mesa en navidad y sentar en ella a todos
aquellos a los que quería.
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