lunes, 12 de agosto de 2013

Me miras ausente,
clavando la mirada en el infinito.
Acaricio tu mano y sonríes.
En ese instante nos miramos
Murmuras un nombre que no es el mío
y yo sonrío.
En los momentos que nos fundíamos
para ser solo uno
nunca fuimos
Sonríes de nuevo mirando otro mundo,
yo no estoy, ni nadie.
Eres tu y te pierdes,
no buscas nada, te escondes
para que no te encuentren.
Acaricio tu pelo blanco, abrazo tu cuerpo
que no es el mismo.
pero tampoco es otro.
Otro nombre pronunciado
no soy yo, porque ya no soy,
mi existencia borrada.
Tu no sabes quien soy,
Yo siempre sabré quién eras tu.
Ahora tu compañero es otro
No sabes su nombre
Alhzeimer le llamamos todos.





lunes, 5 de agosto de 2013



AGOSTO 


De desatinos la humanidad se llena. De profundas soledades, de ruidos que acallan la conciencia, de fiestas infinitas para castigar los cuerpos. Desnudeces playeras recibiendo los rayos de un sol dañino, refrescados en aguas transparentes para aplacar los sentidos.
Verano infinito, de calores extremos, de noches cortas y largos días.
Las chicharras cantando anuncian su continuidad. Luna reflejada en el mar.
Buscando silencios, encontrando ruidos, músicas adulteradas, bailes sin sentido, cuerpos mecidos al son de notas mezcladas de manera discordante.
Y agosto llega con movimiento de viajeros impenitentes, de largas esperas, de chanclas y camisetas.
Se cambia el bullicio del asfalto por el de arena, las prisas por el bocadillo bajo la sombrilla. El madrugón del trabajo por el del lugar playero. El propio hogar por un minúsculo apartamento de camas en el salón. El portafolios por la bolsa nevera, los manguitos, el parasol.
Se busca el relax en terrazas llenas de precios imposibles. En paseos nocturnos plagados de vendedores ambulantes, marea de personas en busca del mismo paraíso.
Mientras las ciudades se vacían, silencian los ruidos, calman las prisas.
Aquellos desafortunados que en ellas se quedan, disfrutan de sus noches en parques silenciosos, en avenidas vacías, en los bares de siempre con los mismos amigos desafortunados, que tampoco han abandonado su hogar. Siestas placenteras, trasnoches sin despertadores.
Campos sedientos, flores marchitas, frutas frescas y botijos en patios rurales.
Sillas en las puertas al ocaso del sol, buscando el frescor que da la oscuridad. Conversaciones olvidadas, partidas de mus y mangueras como duchas, placebo del lejano mar.
Languidez, desgana, apatía. Calendario implacable, aún quedan treinta días.