miércoles, 28 de diciembre de 2011

YA PASÓ



-Ya pasó, ya pasó. No dejaba de repetir una y otra vez.

Al otro lado, Agur le miraba preocupado y perplejo. Hacía tiempo que se conocían, pero nunca le había visto de aquella manera.

Nervioso, paseando con las manos detrás, pasos rápidos y la mirada perdida repitiendo una y otra vez “ya pasó, ya pasó”.

Al fin se atrevió a preguntarle ¿Qué ocurre, qué es lo que ya ha pasado?

Se sentó delante de él, con las piernas cruzadas, la mirada implorante, la respiración se pausaba.

-La navidad, le contestó con voz apenas audible. La navidad, repitió en tono más fuerte.

Para convencerse, para saber que era cierto, que había pasado. Un día más, una noche como otra. A pesar de las falsas sonrisas de vecinos y conocidos, de los buenos deseos que nunca quería oír.

-¿No te gusta la navidad?, le pregunto su amigo

-Para mi no existe, no me gusta, odio los falsos deseos de paz y alegría, odio las falsas risas, odio las bolas relucientes, los árboles con sus lucecitas, los belenes, la comida, las tradiciones. Odio que todos nos creamos mejores de lo que somos simplemente porque sonreímos al vecino y le deseamos felices fiestas. Odio el consumismo exacerbado que se apodera de todos. Odio que se compren los afectos con regalos...

-Bien, le cortó Agur. Yo también odio todo eso. ¿ No te he contado mi historia verdad?, ¿No sabes porque me llaman Agur?. Pues bien acomódate que te lo voy a contar.

Hubo un tiempo en que fui un niño feliz, tenía todo lo que podía desear, un hogar acogedor, el cariño de mis padres, en fin mis navidades eran felices. Aún recuerdo el olor a galletas que hacía mi madre, oigo el ruido del agua en el nacimiento que mi padre colocaba con sus figuras talladas por él mismo durante todo el año, no existían ostentaciones, nuestro árbol no contenía montones de paquetes, solo tres, uno para cada uno. Éramos felices aunque nuestra casa fuera la menos iluminada del barrio, dentro de ella existía la luz que otros colocaban fuera.

Sin embargo un día todo cambio. Muchas noches lo recuerdo, y te aseguro que me duele el alma al hacerlo. Salí a despedirles, como todas las mañanas. Cada día les decía adiós de una forma diferente, yo era un niño, me quedaba con mi abuela mientras ellos trabajaban. Aquel día les dije “agur”, me había gustado la expresión.

Entonces ocurrió, delante de mí, de todo el vecindario. Un camión sin frenos, sin control, se llevó su coche, desapareció debajo de las ruedas y explotó.

Me quedé en estado de skoc y estuve mucho tiempo sin hablar, sin decir nada, solo repitiendo “agur”.

Todos comenzaron a llamarme el niño agur.

Hasta que un día entendí que ellos me habían dado todo el cariño posible, me enseñaron a amar, a no desear aquello que era superfluo, a sonreír a todos aquellos que necesitaran una sonrisa, un rostro alegre.

Entonces supe que quería hacer en la vida, entonces empezó a cicatrizar mi corazón y pude abrirme al mundo.

Y ahora me gustaría aliviar las heridas del alma, aquellas que más duelen. Que mis brazos sirvan para el reposo de alguien necesitado.

Para mí la navidad no es comprar regalos, no es comer hasta hartarse alimentos caros, no es colocar el árbol más grande de todo el vecindario.

Es mantener una conversación relajada con mis amigos, calentar un chocolate y reír al mancharnos, es colocar aquellas figuras que mi padre tallaba, encender mi pequeño árbol y al que cada año le quedan menos bolas. Es disfrutar el momento porque no sé si habrá más navidades. Pasear por calle iluminadas porque eso las hace especiales. Salir a la ventana para comprobar el frío de la noche y desear con todas mis fuerzas que nadie esté sin un techo para cobijarse.

Sé que puedo hacer poco, sé que ni siquiera soy un grano de arena en el desierto, pero si mis amigos de verdad ven que soy feliz, si puedo trasmitir un abrazo con la mirada, abrir la puerta para que otro encuentre unos momentos de sosiego, para que pueda reír, si logro algo de todo esto, seré feliz. Porque esto es navidad, pero no me conformo con una semana al año.

Navidad es nacimiento y cada mañana quiero nacer a la vida, a los rayos de sol para calentarme, a la lluvia que refresca la cara, a la tormenta para poder ver el arco iris,

Y ahora amigo, ¿dime tu por qué deseas cerrar los ojos, por qué quieres esconderte de la navidad?.

-Añoro a los que no están. Odio todos los intereses creados en estos días, la superficialidad, solo consumimos, gastamos, el vestido para la cena, las tiendas llenas, las diferencias entre los que tienen y los que solo desean.

Eso no podremos evitarlo. Los que no están viven en nuestros corazones, y algún día seremos nosotros los que faltemos en una mesa. ¿Sería un motivo para que no se pusiera esa mesa?. Si muchos no entienden o no quieren entender su significado, poco podremos hacer nosotros. No intentes cambiar el mundo si antes no puedes cambiar tu.

Ahora estamos los dos, con heridas en el corazón, con sillas vacías. Pero si tu quieres podemos sentarnos en esta mesa y compartir la comida.

-Pero navidad ya pasó-

-Nunca pasa, se esconde. Saca esas rebanadas de pan, colocaré el mantel rojo tan alegre, allí tenemos una botella de vino, mira el frigorífico y saca lo que encuentres, hay fiambre, un poco de paté. Encenderé unas velas.

Transcurrió la noche apacible, y sus risas se elevaron a las estrellas. Los vacíos se llenaron por unas horas, los recuerdos no hacían tanto daño, porque al compartir el dolor se arrancan espinas.