He
aprendido que madurar no es envejecer, es aceptar las limitaciones,
es luchar por aquello que se puede cambiar y tener la sabiduría
necesaria para aceptar lo que no podemos , es tener paciencia y el
ímpetu necesario para llevar a cabo los sueños, es discernir la
realidad.
Las
arrugas no son un símbolo de marchitar , tan solo el inevitable paso
del tiempo, que nos quita tersura y nos da experiencia.
He
aprendido que amar no es una mera ilusión, es una búsqueda del
propio yo.
He
aprendido que nadie es mi enemigo si no lo soy yo misma.
He
aprendido a cambiar los sueños.
He
aprendido que no todos los que están a tu alrededor son tus amigos,
que la verdadera amistad se reconoce por los momentos en los que
tienes a alguien a tu lado, sin juzgarte, sin reproches.
He
aprendido que el tiempo no se detiene, pero que yo sigo caminando.
He
aprendido que llegar a la cima no es la felicidad, si no el camino
hasta ella.
He
aprendido que caer es fácil, lo difícil es levantarse.
He
aprendido a despedirme con un “hasta luego”, porque yo haré el
mismo viaje.
He
aprendido que las lágrimas no me hacen débil, tan solo limpian los
ojos para ver mejor.
He
aprendido que las tormentas no duran siempre, así como los días
apacibles tampoco.
He
aprendido que una palabra puede arrancar una sonrisa .
Quiero
seguir aprendiendo, aunque los granos de arena del reloj sigan
cayendo inexorablemente, y el rostro continúe sumando surcos.
Mientras
la mirada se mantenga limpia, mientras exista una causa para luchar,
mientras tenga sueños en las oscuras noches, mientras siga siendo
yo.
1 comentario:
Precioso Marisa, ya echaba de menos leer algo tuyo, me identifico con tu relato.
Besos 😘
Xisca
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