domingo, 12 de diciembre de 2010


Paseo por Talamanca

Hoy, domingo, el café en la playa de Talamanca y el paseo hasta Sa Punta. El mar aparecía en calma, un surfista con una tabla con motor daba vueltas en el agua, el ruido llegó a ser molesto.
He de reconocer que me he vuelto un poco quisquillosa con los ruidos, bueno quizás siempre lo he sido, comprendía que él tenía el mismo derecho que yo a disfrutar de su día playero, pero mis oídos y un ligero dolor de cabeza me impedían ser comprensiva.
Después de tomar un cortado comienza el paseo por la pasarela de madera., muchos disfrutan también de éste día de temperatura cálida, comienzan los saludos ,es agradable encontrar caras conocidas, dibujar una sonrisa de complicidad.
Un torneo de palas se celebra en la arena, muchas camisetas de color ocre indeterminado (no sabría decir si era color tierra ....) con letras naranjas distinguía a los participantes, todas las edades tenían cabida en él. No se quién habrá ganado, no me quede para verlo.
Seguí con mi paseo, al lado del mar, ese mar que nos rodea, de horizonte lejano, de colores imposibles y atardeceres soñados. Ese Mediterráneo (al que Serrat dedicó una canción), de aguas cristalinas, blanca espuma al chocar contra las rocas a lo lejos, en los acantilados.
El mismo barco que veo desde hace mucho tiempo, con su helicóptero, gris, grande, que forma parte de mis domingos al levantar la vista hacía el mar. ¿Cuánto tiempo llevará allí?. ¿Tiempo?, ese concepto que se me escapa, porque ya no sabría decir si le veo desde hace meses o semanas o días. En cualquier caso allí sigue y ya le lanzo mi saludo.
Llegaba el barco de Balearia, entrando por la línea del horizonte, cortándolo. Apareció detrás de las rocas, rumbo al puerto. Dentro viajeros que vuelven, otros continuarán viaje hacía la península, algunos de vacaciones. Aún es pronto para las vacaciones....
Llego al final y contemplo la isla desde allí, Dalt Vila se iza majestuosa en lo alto de la ciudad, vigilándola, protegiéndola observando desde su atalaya. Más hacía la derecha nuestras montañas, verdes, contrastando con ese cielo azul salpicado de vaporosas nubes blancas, contrastando con la ciudad a sus pies, ciudad que hoy descansa, dormida y pausada, rivalizando con las tranquilas aguas de mi querida playa.
Es un regalo para la vista, un bálsamo para el alma, un refugio para el corazón cansado, la pausa necesaria para tomar aire y continuar el camino.
Mañana lunes todo volverá a despertar, perezosamente al principio, ganando energía a medida que la mañana se despliega.
Me gusta el invierno de la isla, ese invierno donde todo se pausa, esos domingos para compartir con familia y amigos, o para escuchar el rumor de las olas y sentir la fresca brisa en el rostro.
Y a ti ¿qué te gusta hacer los domingos?.


Marisa diciembre 2010

1 comentario:

Mari dijo...

Felicidades,Marisa!!
Tengo que decir que me ha sorprendido muchísimo esta faceta tuya que no conocía.
Estoy impresionada...
Por favor,no dejes de escribir,me encantará seguir leyendo tus relatos.
Besitos,guapa!
Mari.