jueves, 10 de marzo de 2011


MIL

Mil poemas de amor cambiaría por tu sonrisa. Mil noches de luna llena por acariciar tu pelo. Mil vidas, si tuviera, para arrancarte un beso.
Pero tu pasas a mi lado sin verme. Entonces los labios tiemblan y una lágrima pugna por asomarse a mis ojos y recorrer la mejilla.
Miro al cielo y suspiro. Lanzo un deseo a las estrellas, quemo mi alma en el sol y sigo caminando, aunque la senda no me lleve a ningún destino.
Los días se suceden, las estaciones pasan, la piel se marchita, la mirada se endurece. En el corazón, clavados los mil poemas, las mil noches y mil vidas convertidas en espinas.
En las largas noches del frío invierno el recuerdo de los deseos perdidos acaricia el alma adormecida.
La mirada perdida en el infinito, viendo el mar sin ver el agua. En la boca un susurro “te perdí sin haberte tenido”.
Me enamoré de una sombra, de un deseo, de un capricho. ¿qué me hiciste al posar, aquel día, tus ojos en los míos?.
Del hechizo no he logrado despertar, pienso que es cosa de brujería. Cierro los ojos para dormir. Al llegar el sueño te veo, me llamas y acudo.
En tus brazos duermo y no quiero despertar.
Mientras la vida transcurre entre amaneceres rojizos, y noches claras, mi alma se pierde en el infinito.
Si nadie me encuentra, habrá de buscar en las nubes blancas, en las olas que acarician los oídos, en la lluvia fina, en la brizna de hierba en una primavera, en la fría nieve de la montaña, en el agua clara del riachuelo. Mas nunca esperéis encontrarme en el ajetreo de la ciudad que de ruidos se llena, ni en una habitación vacía. No estaré en las conversaciones baldías, ni en las fiestas de sonrisas postizas.

Marisa

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