lunes, 15 de febrero de 2010


Fuera la nieve seguía cayendo con fuerza, seguramente el pueblo quedaría aislado al menos un par de días.
Por alguna extraña razón ya no importaba, habían llegado allí con los sueños rotos, y las ilusiones perdidas, engullidos en la vorágine de la ciudad, del trabajo.. necesitaban un poco de tranquilidad, y viendo caer los copos blancos, parecía que el tiempo se había detenido.
Lo único verdaderamente importante en estos momentos eran ellos. Muchos obstáculos a lo largo del camino, en su vida en común, espinas que lograrón herir y muchas veces sangrar los corazones. Por esto se habían congelado, instalados en la rutina el alma se adormeció. Mejor no pensar, mejor no actuar, mejor ver pasar la vida a través de la ventana.
Sin embargo todo termina, y esa rutina se vió, de pronto, rota, la vida se abre camino, y nos sacude para hacernos salir de la crísalida en la que nos hemos refugiado.
La hora de "vivir" había llegado. Y para ello tendrían que buscar el rumbo que habrían de tomar sus vidas. Quisieron hacerlo juntos, pero sin las garantías suicientes de que el camino que escogerían fuera solo uno.
Prepararon la cena entre los dos, ¡cuanto tiempo había transcurrido desde la última vez que trasteaban juntos en la cocina!, antes les gustaba hacerlo.
Cenaron en silencio, sus miradas se encontraban, el hielo comenzaba a derretirse.
Una vez hubieron terminado, se sentaron con una copa de vino en las manos, delante de la gran chimenea del salón, contemplaron largo ratos las llamas que se balanceaban, cambiaban de color, ascendian...Una lágrima furtiva asomó a los ojos.
El vino relajó los sentidos, el calor abrigó los cuerpos, las palabras comenzaón a fluir.

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