martes, 4 de diciembre de 2012






Un barco

El barco se alejaba del puerto despacio, maniobrando lentamente. Las personas repetían los mismos signos una y otra vez, se decían adiós. Caras sonrientes, rostros anodinos creyendo poseer la felicidad, al igual que poseían riquezas o poder. La música comenzó a brotar desde todos los rincones, como si de una cascada de notas se tratase, un sonido tenue e insistente, un son y otro sin perder el compás, enlazados armoniosamente,

El puerto había quedado atrás, el océano azul, el infinito horizonte confundido, inalcanzable, la proa rompiendo el agua que, sangrando en espuma blanca, abría el alma para los tristes y desesperados.

Pero en este barco de la felicidad no había nadie triste, nadie desesperado, nadie, en fin, infeliz.

Transcurría la travesía sin incidentes, lenta y apacible. En una sucesión de comidas, cenas, bailes, deportes, cines, conciertos y teatro. Pasajeros de la fortuna. Los mimados de la sociedad, ricos, poderosos, bronceados perfectos, ociosos, dejándose llevar por la indolencia y rindiendo culto a los sentidos. Refinados en grado supremo. Vacíos.

Un barco lleno de personas vacías.

Un barco condenado a no llegar a ningún puerto, pues de ninguno provenía, y de todos llevaba pasajeros.

En el salón la orquesta tocaba un vals, las joyas relucían, los bailarines danzaban, una vuelta y otra y otra. El perfume se diluía en mil cabriolas de vapores invisibles. Otra vuelta, todo giraba, el mundo giraba, los pies no tocaban el suelo y todos bailaban. Vueltas vueltas, las notas del vals lo envolvían todo aprisionando los cuerpos.

Eran jóvenes y felices. Los cachorros de la gran sociedad, la élite, los privilegiados, los herederos. Príncipes con tronos de oro, sin reinos de caballeros.

Una gran masa de niebla rodea la nave. El mar no era azul, se volvió gris plata.

Se hizo el silencio. Cesó el movimiento. Los relojes no marcaron ningún minuto nuevo. Las notas del vals quedaron suspendidas.

Murió lo superfluo, murió la desidia, murieron los muertos de la sociedad viva.

Muchos lloraron otros no lo hicieron. Desapareció un barco, se perdió en el océano.

Y llegaron los vivos y ocuparon sus puestos. El mundo giró de nuevo, el sol calentó en verano y la nieve cayó en invierno.

Hasta que un día alguien creyó ser feliz porque era hermoso y rico.

Un barco zarpó de un puerto y se adentró en el mar eterno, en el azul del cielo.

Murieron otra vez los muertos y nacieron los vivos que vivieron cien vidas hasta que embarcaron de nuevo.









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