Que mal nos han hecho todos esos cartelitos que aparecen en las redes sociales, todas esas frases hablando de la felicidad, la negatividad, la amistad... y todos como borregos nos creemos lo que dicen.
Nadie quiere, ahora, que le “roben” su energía positiva, es como vivir (o pretender hacerlo) en el nirvana total. Solución me alejo de todos aquellos que no sonrían, que tengan el alma rota, aquellos a los que el corazón les sangre y la sonrisa les salga forzada. Me alejo porque se llevarán mi positividad, mis ganas de reír, de hablar, de bailar de llenar de luces mis largas noches solitarias.
La música apaga los sentidos sin dejar paso a conversaciones incómodas. No quiero escuchar, no quiero oír ningún problema, no quiero ansiedades ajenas, que eso se contagia y puede robar mis ganas de saltar.
Se llenan los días de bullicios, la soledad se esconde tras un muro, no doy paso a nada que pueda herirme, y tampoco pretendo curar las heridas de nadie. Que el otro se cuide las suyas, y cuando busque las noches de fiesta, entonces apareceré yo y le tenderé esa mano que ya no necesita. Así la conciencia permanecerá callada y no me sentiré mal.
Cuando yo caiga tampoco habrá nadie para levantarme, porque nadie se dará cuenta, aletargados los sentidos ninguna voz de alarma surgirá. Entonces comprenderé y será tarde, porque a lo mejor ya no quiero levantarme o simplemente no puedo. Porque he sido el apóstol del universo que atrae solo la felicidad, sin saber que existen agujeros negros, que en la vida y en el universo y en las estrellas existen aniones negativos, que el yin y el yang se complementan y nadie puede abstraerse a su influjo.
Simplemente es una reflexión, pensemos cuando colguemos una frase hecha, que para nada nos identifica. Es fácil dar un “me gusta”, sin destripar las palabras, sin pensar más allá de ellas. Las palabras son solo eso, palabras. Sirven para llenar cuadernos, para hacer poesía, para rellenar un cuadrito rimbombante. Sin embargo no se utilizan para dar ánimos en persona, un abrazo virtual no vale nada, un abrazo cálido trasmite paz.
Hay personas que viven en la misma ciudad y no se ven, pero se trasmiten mensajes para que todo el mundo los vea. Eso, ¡ amigos míos! Solo sirve cuando la otra persona está lejos y es una buena ocasión para comunicarnos, ya que no podemos hacerlo de otra manera. Pero seamos conscientes, ¡basta ya!. Basta de sentarnos delante de una pantalla para decir que guapa estas, que bien te sienta, me gusta, signos que al apagar la pantalla se apagarán con ella. Que no valen porque no se sienten.
Y ¡basta ya! De pensar solo en nuestro bienestar, lo más oído es “si yo soy feliz, haré feliz a los demás”, es cierto, pero también es cierto que si hago felices a los demás yo puedo ser feliz. Esto último se ha perdido, de no utilizarlo.
No está todo perdido, siempre hay grandes personas que saben mirar, y pueden ver en los corazones ajenos, que intentan curar esas heridas invisibles, con paciencia, tiempo y sin grandes alardes ni bullicios. El alma herida no entiende de aglomeraciones, de estridencias. Solo necesita un poco de silencio y alguien con quien caminar mientras llega la sanación, o el final del camino.
Agosto 2012