sábado, 21 de julio de 2012

Julio 2012



¿Por qué me pides que escriba, si después no te gusta lo que hago?,¿ Si no puedes comprender el alma atormentada?, o no quieres profundizar en las tinieblas que pululan por ella, porque así no te enfrentas a tus propios fantasmas, porque de esa manera acallas la conciencia, duermes el espíritu y escondes el alma.

Entonces no me pidas que rellene un papel en blanco, que delante de una pantalla teclee palabras y más palabras que apenas tendrán sentido.

Durante el día, mientras el sol calienta, las temperaturas suben, los cuerpos sudan, se busca una sombra, un lugar con aire acondicionado, la playa, el agua...

Al llegar la noche, noches cálidas de verano, de estrellas parpadeantes, de lunas visibles, de escotes y risas, de arenas finas que el agua del mar se lleva, mares de aguas templadas, el agua oscura. La luna centellea en cada gota abriendo un camino. Camino que en la soledad nos atrae cada vez más, adentrarnos en él, hundirnos en la profundidad, desaparecer bajo el influjo lunar, únicos testigos las estrellas sabedoras de grandes secretos.

El agua en las rodillas, el agua en la cintura, el horizonte perdido en la oscuridad de la luna nueva. Sola la tierra, que entera grita, el mar llama a la calma cual útero materno. El agua en el cuello, no hace frío, no hay calor, salitre en los labios, los cabellos húmedos. Los pies no tocan la arena, siguen moviéndose, avanza, adelante, no flotes, la cabeza se sumerje, los sonidos desaparecen, los ojos se cierran.

Todo ha perdido importancia, el mundo se quedó atrás, la música en las discotecas, los bares llenos, el alcohol sustituto de la verdad, risas estridentes que siempre son falsas risas, cenas copiosas con amigos de juergas, nadie pasea solo por la playa, nadie contempla el universo, nadie saluda una estrella.

Ojos de pinturas llenos, labios rojos de carmesí, brillante el rostro con polvos de purpurina hechos, el bolso a juego, de tirantes la blusa y el pantalón fresco. Horas delante de un espejo, para tapar los sentidos, para buscar y no encontrar, para llenar minutos, horas o noches de artificios. Nada es natural porque al alma le sobran los adornos, porque no se deja comprar, porque siente nuestra soledad profunda. Pero así la tapamos, la ocultamos, la escondemos. Para no oírla, no sentirla. Para no saber quién somos.

Llenamos los días de actividades vanas, para rellenar horas, para matar el tedio. Porque al estar vacíos sentimos el peso de las horas muertas. El pensamiento se ha alejado de nuestra mente porque en algún lugar le abandonamos. Y siempre repetimos, como un mantra tántrico de nuevos tiempos, el presente es lo único que cuenta.

Y mientras vivimos ese presente incierto, no aprendimos nada del pasado nuestro, ni esperamos nada de un futuro que no tenemos, ni dentro ni fuera, ni en la eternidad creemos. Porque las estrellas son de gas, los planetas se rigen por un orden establecido, la luna no tiene luz propia, porque la noche ya no es mágica y la alumbramos con luces falsas, pero muchas, con ilusiones perdidas que nunca tuvimos. Mientras reímos en ese momento para que todos nos crean felices, para que a nadie le moleste el rictus amargo de la desesperanza puesta.

Así los pies dejan de moverse, el cuerpo comienza a hundirse, el instinto hace que los brazos se muevan, de nuevo sacamos la cabeza, respiramos el aire fresco de la noche. Ni una ola, todo en calma, es difícil hundirse, la materia no nos deja, el cerebro envía señales de supervivencia.

Una hora, dos, el tiempo carece de importancia, la noche comienza a clarear, las yemas de los dedos arrugadas, de nuevo los pies comienzan a pisar arena.

Esa noche no ha sido, mañana quizás, tal vez, lo consiga. La paz, el sueño, y dejar atrás los bullicios del sálvese quien pueda.

Quizás sea más cómodo de otra manera, quizás no reacciones la mente por la supervivencia, quizás pueda alcanzar las estrellas.

Ya que aquí el corazón envejece, el alma muerta está, los ojos no saben ver lo esencial, y mis manos están vacías.

Puede ser que la noche vuelva a llamarme y yo acudiré, para perderme en ella, para irme sola.

Porque es en la soledad donde me encuentro, porque es allí dónde nadie me conoce y respiro, no hay explicaciones, no hay excusas, no existe el trabajo de convencer de nada, porque me escucho y me entiendo, y la humanidad desaparece, y el yo, tiene sentido y cobra importancia. Y no tengo que pintar una sonrisa sin tenerla.

Te espero noche, en las estrellas nos vemos. Acudiré a ti mientras me vistes de sueños, mientras las hojas murmuran suaves melodías, la cálida arena se hunde bajo los pies descalzos. Dormiré en la orilla, la pleamar me llevará con ella.