jueves, 31 de marzo de 2011


LA BODA El otro día recibí una invitación de boda. ¡Horror!, si no conozco ni a los novios... Una prima de mi madre era la madre la contrayente. Se me invita a la boda porque los novios, emulando a los famosos, han decidido casarse en Ibiza. Ya supongo que será un fracaso, las dos familias, novios incluidos, son de un pueblo castellano, de esos que cada vez tienen menos habitantes, mi marido me dice que soy una pesimista y mal pensada. ¡Qué sabrán los hombres de bodas!. Ellos se colocan un traje, una corbata y calzoncillos limpios y ya está. Bueno concedo que algunos van a la peluquería y los hay que hasta se broncean antes y se depilan. La boda se celebrará en la iglesia de San Carlos. Llevan dos años preparándola por motivos de papeleos y otras zarandajas. La invitación dice que todos irán vestidos de moda ibicenca. No especifica el color, y ya sabemos que el protocolo impide ir de blanco para no eclipsar a la novia. Me temo que estas cuestiones no las han tenido en cuenta, y sonrío al imaginarme a parientes que no han salido de su pequeño pueblo, bonito, pintoresco, pequeño muy pequeño, árido y llano. Con la ocupación de cuidar el cereal que de eso se vive, y supongo, nada mal pues montar una boda en Ibiza no es precisamente barato. Así que la primera cuestión práctica que me planteo es la búsqueda de ropa adecuada. Para los que no me conozcan diré que odio ir de compras. Ya sé que soy un espécimen raro, pero soy así y reitero, no me gusta ir de tiendas. Quitarme ropa, mirar en el espejo si los kilos de más de notan, comprobar la flacidez de los brazos, o descubrir una arruga nueva.. Como a mi no me gusta tampoco quiero hacer padecer a ninguna amiga. Quizás llamaría a alguna enemiga, pero con esas no me hablo, así que difícil tarea. Dejo pasar los días, por pereza más que nada. Andar por la ciudad a la caza de un vestido no me apetece nada de nada. Y últimamente he decidido hacer aquello que me guste... (claro que no lo consigo ni media hora seguida... Faltando 15 días para la boda, recibo una llamada de los novios y de mi tía. Estaban en Ibiza y querían que les acompañara para ver el restaurante, la iglesia, elegir el menú, bueno esa serie de detalles que faltaban por atar, ya que la feliz pareja lo había organizado todo como ellos querían. Aquí comienza los problemas. Mi tía me describió con todo lujo de detalles el traje que se había comprado, con su mantilla y todo, largo, negro y con dibujos brillantes. Los demás vestidos de la familia del mismo estilo. Los novios una pareja muy joven los dos tenían ideas bastante diferentes. La iglesia les pareció pequeña, pero enseguida las dos madres se pusieron a organizar muchas flores, lazos, un arco en la puerta... (lo del arco no se lo permitían, menos mal) En el restaurante, situado en una preciosa cala, con gran fama por su pescado, querían colocar conchas en las mesas y flores de colores. Yo me imaginé aquello como una mesa de un mercadillo. Tampoco les gustó el lugar. Ellos querían un gran hotel con lámparas de cristal y alfombra roja. Además el menú no entendían que no tuviera los típicos langostinos cocidos con mayonesa, merluza y un asado. Tenía que haber muchos platos para que nadie se quedara con hambre. Lo peor llegó al enterarse que el novio se había comprado un traje blanco y ella no llevaría el típico traje de novia al uso. Los padres no entendían por qué su hijo no vestía el típico traje negro, muy elegante y de toda la vida, y ella no llevaba su velo y su gran cola. ¿Cómo hacer entender a la familia que los novios no querían nada ostentoso?. ¿Cómo hacer entender a los novios que la familia quedaría ridícula con vestidos de algodón blanco y vaporosos, dada sus redondeces y baja estatura?. ¿Cómo unir esos dos mundos tan diferentes?. Tarea ardua y difícil. Así que por la tarde les reuní a todos en el hall del hotel. Creo que fue peor. Todos discutiendo, buen todos menos los novios. Las madres echándose la culpa de las tonterías de los niños, los padres aguantando las ganas de pegar un cachete a los “mocosos” y decir “se hace así por que lo digo yo”. Algo bastante típico no hace mucho tiempo. Yo callaba y miraba a unos y otros, callaba por no pegar un grito y decir a todos que se fueran a tomar. , así que callaba. De repente la novia se levanta y dice que no habrá boda, que se divorcian antes de casarse, y se va corriendo. El novio no reacciona hasta que le grité que fuera a por ella, que no dejara que se marchara. Ya solos, padres y yo, comencé a hablar sin parar, les dije que no tenían derecho a inmiscuirse en la vida de sus hijos, que la boda era la suya y no la de ellos... bueno no sé qué más dije, pero eso sí me miraban con grandes ojos y la boca abierta, así que aproveché y debí hacer algo parecido a un mitin o alguna conferencia. Cuando noté la garganta seca, tome un gran trago de mi gin tonic y me marché. Al día siguiente recibí una llamada para decirme que la boda se celebraría tal y como los “niños” habían dispuesto. Pensé, entonces, en hacerme mediador de las naciones unidas, no debía ser más difícil que mantener a raya a toda esta tropa. Lástima que me falla el inglés, que no tengo el nivel requerido, bueno más bien es que no tengo ningún nivel... Faltando dos días para el gran evento, aún no había salido a comprar ningún vestido. Así que me impuse una tarde de penitencia y encontré un bonito vestido blanco de tirantes y sin ajustes innecesarios para que los michelines pudieran disfrutar y no ser vistos por la concurrencia. También me compre unas alpargatas de piel blancas. No vinieron muchos invitados, porque llegar a Ibiza en avión es caro, y total dijeron algunos, para comer en la playa... Mi tía y su consuegra se compraron dos vestidos blancos de algodón con volantes y puntillas, el peinado su permanente de toda la vida, y sus pulseras y joyas para las ocasiones especiales. Los zapatos de gran tacón. Los padres vistieron sus trajes oscuros y corbatas coloridas. Ver el espectáculo no tiene precio, para todo lo demás la tarjeta famosa. La novia, cara de niña, y el vestido de seda blanco, sin adornos, la melena lisa, su negro pelo ondeando al viento, entra por la puerta de la iglesia (sin adornos innecesarios), y al novio se le ilumina la mirada. Los dos en el altar parecen blancas palomas, deseosas de volar. Fue lo más hermoso de todo el día. Como no soy tan cruel, y sabía el gran esfuerzo que hacían para estar a la altura que sus hijos deseaban, les dije a mis tías (porque al casarse ya eran las dos casi tías, esos parentescos nunca se me han dado bien), que estaban muy guapas, y por si acaso me toqué la nariz, no fuera a crecerme como a Pinocho. En el restaurante no hubo conchas, ni flores estridentes, eso sí para los que quisieran carne un buen chuletón de ternera y de entrantes gambas rojas a la plancha. Por si las moscas, no abriré el buzón en una temporada, no vaya a ser que a algún otro pariente se le ocurra casarse en Ibiza y encima me invite.

jueves, 10 de marzo de 2011


MIL

Mil poemas de amor cambiaría por tu sonrisa. Mil noches de luna llena por acariciar tu pelo. Mil vidas, si tuviera, para arrancarte un beso.
Pero tu pasas a mi lado sin verme. Entonces los labios tiemblan y una lágrima pugna por asomarse a mis ojos y recorrer la mejilla.
Miro al cielo y suspiro. Lanzo un deseo a las estrellas, quemo mi alma en el sol y sigo caminando, aunque la senda no me lleve a ningún destino.
Los días se suceden, las estaciones pasan, la piel se marchita, la mirada se endurece. En el corazón, clavados los mil poemas, las mil noches y mil vidas convertidas en espinas.
En las largas noches del frío invierno el recuerdo de los deseos perdidos acaricia el alma adormecida.
La mirada perdida en el infinito, viendo el mar sin ver el agua. En la boca un susurro “te perdí sin haberte tenido”.
Me enamoré de una sombra, de un deseo, de un capricho. ¿qué me hiciste al posar, aquel día, tus ojos en los míos?.
Del hechizo no he logrado despertar, pienso que es cosa de brujería. Cierro los ojos para dormir. Al llegar el sueño te veo, me llamas y acudo.
En tus brazos duermo y no quiero despertar.
Mientras la vida transcurre entre amaneceres rojizos, y noches claras, mi alma se pierde en el infinito.
Si nadie me encuentra, habrá de buscar en las nubes blancas, en las olas que acarician los oídos, en la lluvia fina, en la brizna de hierba en una primavera, en la fría nieve de la montaña, en el agua clara del riachuelo. Mas nunca esperéis encontrarme en el ajetreo de la ciudad que de ruidos se llena, ni en una habitación vacía. No estaré en las conversaciones baldías, ni en las fiestas de sonrisas postizas.

Marisa